DIARIO INFORMACIÃN» – 18/06/2013

El papel de la alcaldesa de Alicante en el acto inaugural se ciñe al protocolo, que en ningún momento se rompió para darle protagonismo. 

Sonia Castedo pasó ayer sin pena, pero también sin gloria, por el acto de inauguración de la llegada del AVE a Alicante. La alcaldesa, imputada en Brugal por el supuesto amaño del Plan General de la ciudad para favorecer al empresario Enrique Ortiz, ejerció de anfitriona, aunque nunca llegó a acaparar la atención de los focos. En el ambiente, se palpaba cierta expectación por ver cómo recibiría la cúpula nacional del PP a la primera edil. No hubo vacío. Pero tampoco excesos de efusividad. El papel de la alcaldesa se ciñó al protocolo sin romperlo para que fuera protagonista. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y su número dos en Génova, María Dolores de Cospedal, se limitaron a guardar las formas. La saludaron, aunque apenas hablaron con ella. Especialmente llamativo fue el recibimiento y la despedida con la también presidenta de Castilla la Mancha, una de las más críticas con los dirigentes del PP salpicados por los casos de corrupción. Entre ellos, Castedo. Nada más descender del AVE, Cospedal saludó a la alcaldesa con dos besos… e incluso hizo un amago de abrazarla, según relataron testigos presenciales. Su conversación, sin embargo, apenas duró un suspiro. En la despedida, la secretaria general del PP le dio otros dos besos. Esas fueron las únicas ocasiones en las que estuvieron frente a frente.

 

Con Rajoy ocurrió más de lo mismo. Dos besos al bajar del tren, un leve cruce de miradas cuando el Príncipe Felipe finiquitó su discurso y otros dos besos como despedida. De hablar, nada de nada. Aunque no hubo vacío como tal, sí que resultó curioso que tanto el presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, como el jefe del Ejecutivo central, Mariano Rajoy, la obviaran en sus discursos. Ninguno de los dos la mencionó. Sí lo hizo, por el contrario, Su Alteza Real. Fue a los pocos segundos de subirse al atril para pronunciar sus palabras.

 

El protocolo evidenció, sin embargo, que Castedo no tuvo el protagonismo que corresponde al alcalde de una localidad que acaba de recibir el AVE. Al menos, si se echa un vistazo al pasado. El domingo 23 de diciembre de 2007, la alta velocidad llegó a Málaga. Como ayer en Alicante, la comitiva fue amplísima. La componían al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, y el presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, entre otros. En la estación le aguardaba, igual que ayer, el alcalde de la ciudad, por aquel entonces Francisco de la Torre. Pues bien, si el primer edil malacitano acompañó a los representantes gubernamentales codo con codo, Castedo lo hizo ayer desde un segundo plano. La alcaldesa recibió al príncipe Felipe; al jefe del Ejecutivo, Mariano Rajoy; a la presidenta de Castilla La Mancha, María Dolores de Cospedal; al jefe del Consell, Alberto Fabra; y a los ministros de Fomento y Asuntos Exteriores, Ana Pastor y José Manuel García-Margallo, respectivamente. Todos ellos recorrieron el andén en primera fila. La alcaldesa se tuvo que conformar con ir detrás.

 

Algo similar ocurrió cuando Su Alteza Real destapó la placa conmemorativa de la llegada del AVE a la ciudad. La primera edil estuvo flanqueada por la delegada del Gobierno en la Comunidad, Paula Sánchez de León, y la presidenta de la Diputación de Alicante, Luisa Pastor. Cuando la alta velocidad llegó a Valencia, el papel de Rita Barberá fue otro. La alcaldesa de Valencia estuvo junto a Francisco Camps y Zapatero, con el delegado del Gobierno, Ricardo Peralta, en un extremo.

 

El PP, por tanto, sólo guardó las formas con Castedo. La propia Cospedal negó, horas después del acto, que el partido «obviara» a la alcaldesa. «No es verdad eso. No hemos evitado a nadie. Estaría bueno. Llegábamos a Alicante y el morbo lo tenían los medios de comunicación», sentenció, a la vez que diferenció las imputaciones de Castedo y del diputado del PP en las Cortes Rafael Blasco, acusado de desviar fondos de ONG.

 

Falta de apoyos

Con el exalcalde Luis Díaz Alperi, la película fue bien distinta. Sentado en tercera fila, al actual diputado popular en las Cortes se le vio en muchos momentos solo, sin hablar con nadie y con cara de circunstancia. Aunque al finalizar el acto sí se acercó a la zona del escenario para saludar a los altos cargos desplazados hasta Alicante, muy pocos se pararon a hablar con él. En el partido ya no es el que era. Su imputación en Brugal por el presunto amaño del Plan General y su encausamiento por un delito fiscal le han dejado en una situación más que incómoda. La dirección del PP ya le está presionando incluso para que renuncie a su escaño en las Cortes. Pero él aguanta. Apenas se deja ver en actos públicos, aunque ayer no quiso perderse el histórico momento de la llegada del AVE a Alicante.

 

También quisieron vivirlo en primera persona otros dos dirigentes populares con causas pendientes con la Justicia. Uno de ellos, el también diputado autonómico David Serra, imputado en tres piezas de Gürtel. Y el otro, el actual presidente de la Autoridad Portuaria de Alicante, Joaquín Ripoll, inmerso en el escándalo Brugal y acusado de seis delitos. Los dos permanecieron sentados lejos de las primeras filas.

En el acto estuvieron presentes diputados nacionales del PP y del PSOE, así como alcaldes de los principales ayuntamientos de la provincia. Los dirigentes de EU no acudieron al acto, ya que consideran innecesaria tanta inversión pública para el AVE.

 

«Intentaremos captar grandes eventos»

Sonia Castedo no tuvo discurso oficial (así lo marcó el protocolo), pero sí atendió a los periodistas. Minutos antes de que se inaugurara el AVE, la alcaldesa de Alicante destacó la importancia de la alta velocidad y anunció que organizará reuniones durante las próximas semanas para conseguir «la captación de grandes eventos, de grandes congresos y de empresarios interesados en invertir en nuestra ciudad». Y concluyó: «Ahora con el AVE podrán tener mucho más cerca la ciudad». A. F.