DIARIO INFORMACIÃN» – 30/06/2013
Desde 1858 la sociedad ha cambiado al mismo ritmo que aparecían nuesvas tecnologías y métodos de transporte. Lejos queda el traqueteo, los asientos de madera y los botijos, esos botijos que dieron nombre a una conexión que hoy recorta minutos para hacernos sentir más cerca de la capital de España.
El 4 de enero de 1858 la ciudad de Alicante se conectó con la capital de España gracias a la llegada del primer ferrocarril tras tres años de intesos trabajos. La inauguración oficial sin embargo tuvo lugar el 25 de mayo con ocasión de la visita de Isabel II a la ciudad a bordo del Tren Real. Desde entonces, mucho han cambiado las cosas , tanto en lo referente al edificio de la terminal como en los trenes.
La verdadera revolución llegó casi treinta y cinco años después de la inauguración del ferrocarril entre Madrid y Alicante, en 1893, cuando nació el popular «tren botijo», una infraestructura turística que conectaba las dos ciudades a bajo coste y que recibió ese nombre por que los usuarios solían complementar su equipaje con botijos para combatir la sed y el calor durante el viaje. Desde Alicante Vivo apuntan a que fue el periodista Ramiro Mestre Martínez fundó estos trenes botijo «gracias a los que miles de madrileños pudieron ver el mar por primera vez». Así lo explica el presidente de este colectivo, Alfredo Campello, quien explica que circularon sin interrupción hasta 1917, si bien el nombre se mantuvo durante décadas para los trenes que cubrían este recorrido.
Originariamente, se organizaban trayectos para que los turistas de Madrid vinieran de vacaciones a Alicante. Una vez en la estación eran recogidos por los carruajes de los diferentes balnearios del Postiguet, como relata Campello. Entonces, el trayecto se prolongaba durante alrededor de 14 horas. La situación ha cambiado radicalmente desde entonces y, aunque el AVE comparte ese carácter turístico, poco tiene que ver con el llamado «tren botijo», teniendo en cuentas las comodidades y que conectará Madrid con Alicante en dos horas y veinte minutos en su trayecto más rápido.
El edificio de la estación, de estilo neoclásico del siglo XIX, también ha experimentado grandes cambios. Fue a finales de los años sesenta cuando desaparecieron las columnas que presidían el pórtico de entrada y se colocó un nuevo volumen acristalado. En los años noventa, se sometió a una segunda reforma que, como apuntan desde Alicante Vivo, ocultó aún más el diseño original de la terminal. Con motivo de la llegada del AVE y la construcción de la estación provisional se eliminaron también los tinglados ferroviarios del lateral, de principios del XIX, pese al compromiso de conservarlo. Desde el colectivo lamentan esa pérdida patrimonial y reiteran su reivindicación para proteger y recuperar la estación, que según afirman es la más antigua de España que se mantiene en uso. Al respecto, señalan que bajo el enlucido de granito se mantiene la fachada original.